La parábola del sembrador


CÓMO SE DEBE ESCUCHAR LA PALABRA DE DIOS:

En la escuela de los verdaderos oyentes

“¡Mi corazón está preparado, oh Dios,

para producir treinta, sesenta y cien por uno!

Que sea más o menos, ¡pero que sea siempre trigo!”

(San Agustín)

Introducción

Comienza una nueva sección del evangelio de Mateo. Se trata del tercer gran discurso formativo de Jesús a sus discípulos. Los dos primeros, el Sermón de la Montaña (Mt 5-7) y el Manual de la Misión (Mt 10), constituyeron como dos escalones en el camino de maduración de los discípulos.

Este nuevo discurso se centra en un aspecto importante del discipulado: Jesús no sólo dice lo que hay que hacer sino –teniendo en vista la maduración de la fe de los suyo- también los enseña a discernir la voluntad de Dios en cada circunstancia de la vida. Para ello sirven las parábolas, las cuales son verdaderos ejercicios de discernimiento espiritual que tratan de captar el acontecer discreto del Reino en medio de las diversas circunstancias de la vida y motivan para hacer la elección correcta de la voluntad de Dios.

Es así como se descubre la naturaleza sorprendente del Reino de Dios. La enseñanza de Jesús se despliega a lo largo de siete parábolas bien ordenadas. Después de una breve introducción (13,1-2), comienzan las parábolas:

(1) El sembrador (13,1-9),

(2) El trigo y la cizaña (13,24-30),

(3) El grano de mostaza (13,31-32),

(4) La levadura (13,33),

(5) El tesoro escondido en el campo,

(6) La perla del mercader (13,45-46) y

(7) La pesca en la red que atrapa todo (13,47-50).

Finalmente encontramos conclusión igualmente breve (13,51-52).

Las cuatro primeras parábolas, basadas en motivos vegetales, educan en el discernimiento propiamente dicho; las otras tres están dichas para motivar el paso, la decisión, ya que es posible tener claro lo que hay que hacer pero nunca llegar a hacer. La última parábola confirma que éstas están presentadas en clave de discernimiento: es como el pescador que cada día se sienta a la orilla del mar a recoger de la red lo que le sirve y devolver al mar lo que no sirve o todavía no está maduro. Así la vida del discípulo todos los días y en este esfuerzo continuo debe perseverar para conducir una vida según la voluntad del Dios del Reino.

1. Ambientación del discurso. Notemos la ambientación del discurso:

Aquél día, Jesús salió de casa y se sentó a orillas del mar” (13,1). Jesús sale de la casa en la que estaba y se va a la orilla del mar, recordamos se evoca el pasaje de la tempestad calmada (8,23). La multitud que se reúne en torno a Él es grande (13,2). Con él subido en una barca y la gente sentada a la orilla. En este bello escenario comienza la enseñanza.

La parábola del sembrador (13,3b-9), la primera en contarse, distingue diversos tipos de terreno en los cuales caen las semillas arrojadas por el sembrador, destacando al final un terreno que es apto para la inmensa producción de que es capaz una simple semilla.

2. Diversos tipos de terreno.

Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Al caer en el camino donde no puede ser cuidada, cae de superficialmente, así son las personas que oyen la palabra, pero no llega al corazón, no se arraiga no tiene raíz y el maligno la arranca.

Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. La semilla que cae en un terreno rocoso donde no puede hacer raíz y con el sol inclemente se seca, es el hombre que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría, pero no admite la raíz es superficial, es incoherente en su actuar y por tanto no germina.

Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Aunque el suelo es bastante profundo para hacer raíz se encuentra con hierba, compara con el que oye la palabra, pero las preocupaciones personales y del mundo sofocan la palabra y no da frutos.

Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. La semilla sembrada en la tierra es buena, en suelo profundo, no tiene abrojos, es la persona que abre su corazón, escucha la palabra y da diferentes frutos.

3. Comportamiento del sembrador.

El comportamiento del sembrador, que es un profesional en la materia, ciertamente parece extraño cuando deja caer algunas semillas en terreno impropio para el cultivo. Sin embargo, esto corresponde a la realidad del evangelio: antes que la calidad de la tierra, lo que vale es la calidad de la semilla. Así obraba Jesús: arrojaba su semilla en corazones sobre los cuales los fariseos ya habían dado su dictamen negativo y consideraban excluidas de la salvación.

Entonces la imagen de un sembrador arrojando las semillas en los tres primeros terrenos es un retrato de la obra de Jesús quien no ha venido “a llamar a justos, sino a pecadores” (9,13). Ante todo se proclama la bondad de Dios, quien no tiene límites para ofrecer sus bendiciones (ver 6,45), pero esto implica de parte de cada hombre el hacerse a sí mismo “buena tierra” para que la semilla de la Palabra pueda crecer.

La Palabra de Dios se nos da como un don, él no cuenta con la respuesta del hombre, la semilla cae en diferentes corazones pero a pesar de ello tendrá éxito en la mayor parte. Es un relato que nos lleva a la esperanza.

“Para conseguir esta vida beata, la misma verdadera Vida en persona nos ha enseñado a orar, no con muchas palabras, como si por ello fuésemos a ser mejor escuchados cuanto más prolijos seamos (…). Puede parecer extraño que Dios os ordene hacerle peticiones cuando Él conoce, antes de que se lo pidamos, lo que necesitamos. Debemos, sin embargo, considerar que a él no le importa tanto la manifestación de nuestros deseos, cosa que él conoce perfectamente, sino más bien que estos deseos se reaviven en nosotros mediante la súplica para que podamos obtener lo que ya está dispuesto a concedernos (…)”

(San Agustín)

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Cuál es la causa de no escuchar y entender la Palabra de Dios?

2. ¿Qué me pide el Señor con relación al evangelio de hoy?

3. ¿Cómo escuchamos la Palabra del Señor? ¿Abrimos el corazón al mensaje que nos transmite?

Meditemos la Palabra con un Padre de la Iglesia

“¿Por qué una parte de la semilla cayó en el camino, otra en tierra pedregosa y otra entre espinos?

Si el sembrador temiese esas tierras difíciles tampoco habría llegado a la tierra buena. Mirémonos a nosotros para que no seamos camino, ni peñasco, ni matorral, sino tierra buena.

¡Mi corazón está preparado, oh Dios, para producir treinta, sesenta y cien por uno! Que sea más o menos, ¡pero que sea siempre trigo!

No seamos camino donde el enemigo, como un ave, arrebate la semilla pisada por los transeúntes. Ni roca donde la tierra escasa después haga germinar lo que después no resistirá el sol. Ni espinas que son las codicias del mundo y los cuidados de una vida viciosa.

¿Qué puede ser peor que los cuidados de la vida, que impiden llegar a la vida? ¿Qué puede ser más miserable que perder la vida preocupándose con ella? ¿Qué puede ser más infeliz que caer en la muerte temiendo la muerte?

¡Que se arranquen los espinos, que se prepare el campo, que se reciba la semilla, que se recoja la mies, que se desee el granero y que no se tema al fuego!

(San Agustín, Sermón 101,3)

Para prolongar la meditación y la oración

Un don de Dios (Mt 13,1-23)

“La semilla divina estaba en mí

desde mi nacimiento;un día comencé a escuchar la Palabra;

mi amor adormecido se desarrolló en la esperanza;

con el Espíritu, camino, quiero cumplir mi misión, ser óbolo”

(Franck Widro)

Resumen líneas pastorales 2010 y parábola del sembrador

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