EL PAPA EN GRAN BRETAÑA: JÓVENES, SED LOS SANTOS DEL SIGLO XXI

Extracto del discurso a los estudiantes de las escuelas católicas británicas
Londres, viernes 17 de septiembre de 2010
Queridos jóvenes:
Quiero manifestaros ante todo mi alegría por estar con vosotros hoy aquí… Espero que, entre quienes me escucháis hoy, esté alguno de los futuros santos del siglo XXI. Lo que Dios desea más de cada uno de vosotros es que seáis santos. Él os ama mucho más de lo jamás podríais imaginar y quiere lo mejor para vosotros. Y, sin duda, lo mejor para vosotros es que crezcáis en santidad.
Quizás alguno de vosotros nunca antes pensó esto. Quizás, alguno opina que la santidad no es para él. Dejad que me explique. Cuando somos jóvenes, solemos pensar en personas a las que respetamos, admiramos y como las que nos gustaría ser. Puede que sea alguien que encontramos en nuestra vida diaria y a quien tenemos una gran estima. O puede que sea alguien famoso. Vivimos en una cultura de la fama, y a menudo se alienta a los jóvenes a modelarse según las figuras del mundo del deporte o del entretenimiento. Os pregunto: ¿Cuáles son las cualidades que veis en otros y que más os gustarían para vosotros? ¿Qué tipo de persona os gustaría ser de verdad?
Cuando os invito a ser santos, os pido que no os conforméis con ser de segunda fila. Os pido que no persigáis una meta limitada y que ignoréis las demás. Tener dinero posibilita ser generoso y hacer el bien en el mundo, pero, por sí mismo, no es suficiente para haceros felices. Estar altamente cualificado en determinada actividad o profesión es bueno, pero esto no os llenará de satisfacción a menos que aspiremos a algo más grande aún. Llegar a la fama, no nos hace felices. La felicidad es algo que todos quieren, pero una de las mayores tragedias de este mundo es que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados. La clave para esto es muy sencilla: la verdadera felicidad se encuentra en Dios. Necesitamos tener el valor de poner nuestras esperanzas más profundas solamente en Dios, no en el dinero, la carrera, el éxito mundano o en nuestras relaciones personales, sino en Dios. Sólo él puede satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón.
Dios no solamente nos ama con una profundidad e intensidad que difícilmente podremos llegar a comprender, sino que, además, nos invita a responder a su amor. Todos sabéis lo que sucede cuando encontráis a alguien interesante y atractivo, y queréis ser amigo suyo. Siempre esperáis resultar interesantes y atractivos, y que deseen ser vuestros amigos. Dios quiere vuestra amistad. Y cuando comenzáis a ser amigos de Dios, todo en la vida empieza a cambiar. A medida que lo vais conociendo mejor, percibís el deseo de reflejar algo de su infinita bondad en vuestra propia vida. Os atrae la práctica de las virtudes. Comenzáis a ver la avaricia y el egoísmo y tantos otros pecados como lo que realmente son, tendencias destructivas y peligrosas que causan profundo sufrimiento y un gran daño, y deseáis evitar caer en esas trampas. Empezáis a sentir compasión por la gente con dificultades y ansiáis hacer algo por ayudarles. Queréis prestar ayuda a los pobres y hambrientos, consolar a los tristes, deseáis ser amables y generosos. Cuando todo esto comience a sucederos, estáis en camino hacia la santidad.
Recordad siempre que cuando estudiáis una materia, es parte de un horizonte mayor. No os contentéis con ser mediocres. El mundo necesita buenos científicos, pero una perspectiva científica se vuelve peligrosa si ignora la dimensión religiosa y ética de la vida, de la misma manera que la religión se convierte en limitada si rechaza la legítima contribución de la ciencia en nuestra comprensión del mundo. Necesitamos buenos historiadores, filósofos y economistas, pero si su aportación a la vida humana, dentro de su ámbito particular, se enfoca de manera demasiado reducida, pueden llevarnos por mal camino.
Una buena escuela educa integralmente a la persona en su totalidad. Y una buena escuela católica, además de este aspecto, debería ayudar a todos sus alumnos a ser santos.
Benedicto XVI

¡En la Eucaristía está todo!

De las "cartas" de la Beata Eugenia
(Archivo de la Congregación de Las Pequeñas Hijas de los SS. Corazones de Jesús y María. Parma)

Jesús Eucaristía es el centro de nuestro amor
 ¡Amor es la vida de cada criatura! Sí. Nada más que Amor puede ser la existencia de un ser creado por el Dios de Amor. Cada criatura puede repetir "Amor me trajo, Amor me sostiene, Amor me apaga". El Amor trajo de la nada lo visible y lo invisible, el Amor lo sostiene, el Amor lo apaga. El Amor le dio el ser, el Amor se lo conserva, el Amor se lo apaga.
La creación visible e invisible corre hacia el Amor, sigue el Amor, por la fuerza omnipotente del Amor que lo creó. Las inteligencias celestiales se corroboran en el Amor, dependen del Amor, rodean el Amor, están para el Amor.
¿Y el ser humano? Objeto del Amor y de la obra creadora del Amor, ¡vive esencialmente de amor! O vive de purísimo Amor y entonces es armonioso, o vive de amor impuro y entonces pierde totalmente su armonía. Dios, Purísimo Amor, creó al ser humano para que lo amase eternamente: le dio un corazón capaz de amar a su Dios, ¡Amor infinito! ¡Le ordenó amarlo corriendo el riesgo de una eternidad feliz o infeliz!
¡Oh altura y profundidad del hombre! ¡Poder amar a su Dios! ¡Poder conseguir y llegar a excesos que desearían dos amantes y que no pueden! ¡Ensimismarse, unificarse, unir el Amante y la amada y hacerla una con Él! Dios se hace Hombre. Dios invita a recibirlo. El hombre se diviniza. ¡Dios y el hombre son uno! ¡El Corazón divino está en contacto con el corazón del hombre! Laten en uno, aman en uno: el extremo acto de Amor ha sido consumado.
¡No se puede ir más lejos! El alma humana ha sido saciada. ¡Oh Eterno Amor! Amor que eterniza el ser humano. El alma que prisionera del desorden ha sido tomada por el Amor, se purifica, se embellece con el perdón de su Dios Amor. Dios atrae a sí aquella amante arrepentida, a su Amor.
¡Oh pobre alma pecadora, si no tuviera a Jesús en su Sacramento de Amor!
Pero, ¿qué siento de Él en el Sacramento Eucarístico? Diferentes son los efectos y los afectos: Dios, Hijo del Dios Vivo, Verbo Eterno, Sabiduría Increada y Encarnada, Dios consubstancial al Padre, Dios Uno y Trino, el Verbo de Dios, por el cual fueron hechas todas las cosas, y por el cual se conservan, y por el cual fueron regeneradas y restablecidas. Y por lo tanto, Dios Creador, Dios Providencia, Dios Redentor, Dios Santificador, Dios Juez, Dios que castiga y glorifica. Dios, verdadero Dios y verdadero Hombre, y por lo tanto Jesús el Cristo, el Niño Jesús, Jesús Maestro en su vida de amor, Centro de nuestro amor, Resumen de las obras de su Amor, intrínsecas y extrínsecas, es decir, ¡Jesús Eucaristía!
Y aquí el alma se pierde en su Centro, en el Corazón de su corazón, en el Alma de su alma, en el Amor de su amor, en la Vida de su vida, en su Todo, en su Dilecto, en su Ser porque Es, y porque la pobre alma existe. Estos son los pernos de apoyo: es decir lo que siente esta pobre creatura del Amor en Sacramento.
¿Qué siento de Él en el Sacramento Eucarístico?

¡Se siente un hilo que une Corazón a corazón! Parece real este hilo, que tiene una línea de comunicación con el santo Tabernáculo. El santo Tabernáculo, ¡es el trono de la Augustísima Trinidad! ¡Es la sede del Dios vivo! ¡Es la causa y la fuerza de los mártires! ¡Es la fuerza de los confesores y de las vírgenes! ¡En el santo Tabernáculo se contempla, se ama, uno se consume, se pierde! ¿Se busca a Dios? ¡Allí se encuentra vivo y verdadero! ¿Se busca a Jesús? ¡Allí está vivo y verdadero! ¿Por qué se busca tanto por parte de las buenas almas visitar la santa casa de Nazaret? ¿Los lugares empapados por la preciosísima Sangre de nuestro Amor Jesús? ¡Allí, en el santo Tabernáculo, se encuentra todo! Quien ama María Santísima allí adentro encuentra a Jesús, Hijo verdadero de Dios verdadero, ¡e Hijo verdadero de María! Esa carne, esa sangre ¿no es carne y sangre de María? A quien busca la santidad, la perfección, ¡allí está el Autor! A quien busca la paz, la calma, el silencio recogido y tranquilo: ¡allí está todo!

Presentación Pastoral MAE 2010

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Conozcamos la Biblia




PARÁBOLA DEL POBLADO DE LA BIBLIA

(Extracto del Libro “El poblado de la Biblia”, de Javier Saravia SJ)

· Para ayudarnos a entender mejor la Biblia, haremos una comparación: con un Poblado (pueblo), El Poblado de la Biblia

· La Biblia se parece a un poblado: De un lado tenemos el Antiguo Poblado o Antiguo Testamento y al otro lado tenemos el Nuevo Poblado o Nuevo Testamento (Como Chillán viejo y Chillán nuevo). En el medio, está el Río Jesucristo. Río que da vida al Libro de la VIDA y viene desde el origen de la vida misma.

· El poblado de la Biblia, como todo pueblo tiene calles (o sea libros) y casas (o sea los capítulos) y habitaciones (los versículos)

· Es un poblado grande y tiene un total de 73 calles (46 en el antiguo poblado y 27 en el nuevo poblado) Y esas calles son muy distintas: unas largas, otras cortas. También las casas varían mucho, unas grandes y otras chicas, distintos estilos, construidas con diferentes materiales…

· El poblado de la Biblia se levantó como un memorial para recordar y vivir dos grandes acontecimientos:

1. La Pascua – Éxodo, que es el paso de Dios que liberó a su pueblo de la Esclavitud de Egipto y selló con ellos las leyes de la Alianza, este acontecimiento cimienta y configura el Antiguo Poblado.

2. La Pascua – Muerte y Resurrección de Jesucristo, es el paso de Dios para hacer llegar aquí y ahora el Reino por medio de su Hijo Jesucristo. Con su huella cimienta el Nuevo Poblado.

· El Río de Jesucristo es el centro y eje de todo el poblado de la Biblia. Por Él han sido creadas todas las cosas; con Él, Dios nos ha dicho su Palabra definitiva, y en Él, han sido unificados todos los pueblo y salvados todos los hombres y mujeres. En el Río hay también varios puentes que unen el antiguo poblado con el nuevo. Todas las ventanas y puertas del poblado se orientan hacia el Río Jesucristo, como queriendo encontrar el camino…

· El Poblado de la Biblia no es un pueblo fantasma, muerto, sino un poblado vivo, lleno de vida y vivificador. Ahí encontramos al Dios del Pueblo y al Pueblo de Dios.


El Antiguo Poblado

Es el libro del Pueblo de Israel, es la historia que incluye alegría, penas, celebraciones, oraciones, poemas, dichos, leyendas, reflexiones, etc. de un pueblo pobre y oprimido que busca la liberación y muestra la acción de Dios en ese pueblo, para avanzar hacia el verdadero reinado.

También la Biblia, especialmente en el Antiguo Testamento, es la historia del constante llamado de Dios y las respuestas del pueblo, el cual no siempre es fiel, pero sin embargo Dios lo invita siempre a la conversión.

Los libros del A.T constituyen el diario de vida el Pueblo de Israel, su historia vivida. Era muy importante para ellos y durante años la transmitieron de padres a hijos y la aprendían de memoria.

El Nuevo Poblado

Con Jesús algo nuevo se produce…empieza NUEVO TESTAMENTO. (N.T). los libros del N:T constituyen la memoria que tienen las primeras comunidades cristianas sobre Jesús. Es el libro del nuevo Pueblo de Dios que se forma con los primeros cristianos, es decir, los que creyeron en Jesús y lo reconocieron como el Cristo, el Hijo de Dios y se convirtieron en Testigos de Jesús el Resucitado.

Los Evangelios

Los primeros cuatro libros del N.T son los Evangelios. La palabra “Evangelios” quiere decir: BUENA NOTICIA. Los Evangelios proclaman que Jesús es el Salvador. Cuentan las acciones y palabras de Jesús, pero de acuerdo al modo y estilo de como las diversas comunidades las captaron y reflexionaron.

Así tenemos 4 Evangelios como cuatro puntos de vista diferentes sobre la vida y el mensaje de Jesús.

Como autores de los Evangelios se consideran a Mateo, Lucas, Marcos y Juan. Ellos pusieron por escrito las tradiciones que se habían originado los apóstoles, además de las reflexiones que fueron haciendo las comunidades cristianas.

PREGUNTAS ACERCA DE LA ESCRITURA DE LA BIBLIA (1)












1. ¿CÓMO SE ESCRIBIÓ LA BIBLIA?

Cuando se levanta un monumento a un héroe o para recordar una hazaña o suceso, lo primero que tuvo lugar fue el acontecimiento, luego se guardó en la memoria y más finalmente se construye el monumento. Así también en la Biblia, en primer lugar sucedieron los hechos. En el segundo momento el Pueblo platicó y transmitió esos acontecimientos y para lo cual tuvo que guardarlo en la memoria, y en el tercer momento representantes del pueblo fueron anotando, resumiendo escribiendo esos acontecimientos

2. ¿QUIÉN CONSTRUYÓ ESTE POBLADO DE LA BIBLIA?

La construcción de este Poblado es fruto del encuentro con Dios y de la alianza que lo eterniza. Este Poblado del Biblia es un testimonio vivo que nos habla de una historia de amor y liberación. Dios y el pueblo son los protagonistas de esta historia de salvación. Más concretamente los autores son: Jefes populares, legisladores, sacerdotes, escribas, maestros, historiadores, profetas, sabios, poetas, evangelistas, apóstoles, catequistas, liturgos, padres y madres de familia…

3. ¿DÓNDE SE CONSTRUYÓ EL POBLADO DE LA BIBLIA?.

El agua es la vida de los pueblos, por eso, a la orilla de los grandes ríos se asentaron los grandes imperios: Asiria, Babilonia, Persia y Egipto. Palestina era el lugar intermedio entre estos imperios, era como un corredor (entre el mar y el desierto), por eso era un lugar estratégico y todos lo querían dominar. El Antiguo Poblado se escribió principalmente en Palestina (también en el destierro en Babilonia) El Nuevo Poblado se escribió principalmente en Jerusalén y algunas ciudades griegas y romanas.

4. ¿CUÁNDO SE CONSTRUYÓ EL POBLADO DE LA BIBLIA?

El poblado de la Biblia se fue construyendo a lo largo de muchos, muchos años. Si miramos una Línea de Tiempo lo primero que veremos es que la historia se divide Antes de Cristo (aC) y después de Cristo (dC). El Antiguo Poblado tiene una historia más o menos de 1800 años (Que se leen de atrás para adelante). El Nuevo Poblado tiene una historia de aproximadamente 100 años (desde que nace Jesús hasta el destierro de Juan en Asia). O sea se escribió en casi dos siglos.

5. ¿QUÉ LENGUA O IDIOMAS SE HABLAN EN EL POBLADO DE LA BIBLIA?

El Pueblo de Dios en su larga historia, caminó y vivió, como hemos visto, por varios países y aprendió y practicó distintos idiomas. Fue escrita en tres lenguas diferentes: La mayor parte fue escrita en Hebreo, que era la lengua Palestina antes del destierro en Babilonia. En tierras extrañas el pueblo tuvo que adaptarse y hablar Arameo. Mas tarde el gran imperio Helénico (Grecia) dominó todo el sector y el idioma utilizado por casi todos los pueblos del sector fue el Griego, con el cual se escribió casi todo el Nuevo Testamento. La Biblia ha sido traducida en casi todos los idiomas, incluyendo algunos dialectos.

6. ¿POR CUALES CAMINOS PODEMOS ENTRAR EN EL POBLADO DE LA BIBLIA?

Muchos y variados son los caminos para entrar al Poblado de la Biblia, tenemos que buscar y escoger los mejores, porque muchos no nos llevan a la meta, o nos hacen dar rodeos, o están en malas condiciones.

Por ejemplo, hay algunos a quienes les gusta entrar al Poblado de la Biblia en paracaídas, no sólo por aventura, sino por pensar que en cualquier lugar del Poblado es bueno y ahí les espera Dios. A otros les gusta entrar en metro para ir más de prisa y profundizar más, aunque se quedan sin conocer el pueblo, la vida…


Tres son los caminos que nos llevan al poblado de la Biblia:

1) El Camino de la Realidad,

2) El Camino de la Fe y

3) El Camino de las Ciencias, del estudio.

Tres caminos que se juntan y se hacen uno en el Camino de la Vida, EL CAMINO DEL AMOR.

Si abandonamos o desechamos alguno de los tres es muy fácil perderse: No escucharíamos la Palabra de Dios hoy, ni podríamos poner en práctica su palabra. Sin embargo, es muy fácil y común caer en la tentación o extravío.


(1)Extracto del Libro “El poblado de la Biblia”, de Javier Saravia sj

Vivir en el amor (Escritos de San Alberto Hurtado)


Una actitud de vida
Un gran principio bien comprendido es el fundamento de una doctrina moral y permitirá a quien lo asimile resolver por sí mismo las dificultades que se presentan, o por lo menos -si el problema es muy complicado- formará en él un estado de ánimo que lo preparará para recibir la solución; le dará una simpatía espontánea por la verdad, una connaturalidad con el bien que lo dispondrá a abrazarlo, creará en él una actitud de alma que es mucho más importante que la ciencia misma.
Por eso antes de entrar a estudiar los problemas y mucho antes de hablar de reformas y de realizaciones es necesario crear en el alma una actitud social, una actitud que sea la asimilación vital del gran principio del amor fraternal.
El católico que quiera resolver los problemas sociales como católico, necesita antes que nada una actitud católica; sin ella por más ciencia que tenga, no tendrá la visión católica.
Esta sólo existe cuando se resuelve a mirar el problema social con los ojos de Cristo, a juzgarlo con su mente, a sentirlo con su corazón.
Una vez que el católico haya alcanzado esta actitud de espíritu, todas las reformas sociales que exige la justicia están ganadas. Para su realización concreta se necesitará la técnica económica, un gran conocimiento de la realidad humana, de las posibilidades industriales en un momento dado, de las repercusiones internacionales de los problemas sociales, pero todos estos estudios se harán sobre un terreno propicio si la cabeza y el corazón del cristiano ha logrado comprender y sentir el mensaje de amor de Jesucristo.
Para obtener una educación social la primera preocupación del educador no ha de ser tanto exponer doctrinas sociales, cuanto crear esta actitud de espíritu empapada en caridad. Para iniciar este trabajo no hay que esperar la universidad ni siquiera el colegio, sino que la escuela comienza en el hogar, desde los primeros años, en cierta forma desde los primeros días de la existencia, pues hay una manera, el menos negativo de practicar la caridad que ha de inculcarse al niño desde la cuna. Todos los acontecimientos de la vida internacional y nacional hasta los más menudos pormenores de la vida doméstica y escolar deben ser aprovechados para crear esta actitud, elemento básico de la educación. De aquí aparece cuan importante es que sean católicos, los que forman una actitud católica, y cuán desastrosa al menos, por los que han dejado de dar, es la influencia de educadores neutros que limitan su actitud a no crear actitud, llenan la cabeza, pero no la forman, no rozan siquiera el corazón.

El cristianismo un mensaje social

¿Cómo podría conocer el mundo que somos discípulos de Cristo, esto es, cristianos? la respuesta nos la da el propio Jesús. "les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros, en esto conocerá el mundo que son mis discípulos". (Jn, 14, 34).
¿Cómo conocerá el propio Cristo que un hombre le pertenece de verdad, que es un cristiano sincero, un miembro vivo del Cuerpo místico? El también se encargó de decírnoslo. El día supremo cuando todos los hombres comparezcan a él preguntará a cada uno: Tuve hambre ¿me diste de comer? Tuve sed, ¿me diste de beber? Estuve desnudo, ¿me vestiste? Estuve enfermo, ¿me visitaste? Y a los que puedan responder afirmativamente, a los que hayan cumplido el mandamiento del amor los reconocerá como suyos y les dará la participación en la gloria.
Este programa del examen final choca a muchos hombres, aún a los que siguen a Cristo. Se sienten ellos tentados de pedir a Jesús que agregue otras preguntas; pero Jesús sonríe y nos deja entender que si alguien es fiel a la moral del amor, El tiene mil caminos para llevarlo al Padre. El nos pide que amemos, que lo amemos a El con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas y al prójimo como a nosotros mismos; eso es con un amor no de palabras, sino de verdad. Como El expresó en la regla áurea del sermón del monte.
Se engaña si pretende ser cristiano quien acude con frecuencia al templo, pero no cuida de aliviar las miserias de los pobres. Se engaña quien piensa con frecuencia en el cielo, pero se olvida de las miserias de la tierra en que vive. No menos se engañan los jóvenes y adultos que se creen buenos porque no aceptan pensamientos groseros, pero no son capaces de sacrificarse por sus prójimos. Un corazón cristiano ha de cerrarse a los malos pensamientos, pero también ha de abrirse a los que son de caridad.
La primera encíclica dirigida al mundo cristiano la escribió San Pedro. Ella encierra un elogio tal de la caridad que la coloca por encima de todas las virtudes incluso de la oración. "Sean perseverantes en la oración, pero por encima de todo practiquen continuamente entre ustedes la caridad" (1 Pe 4, 7?8). Desfilan los siglos. Doscientos cincuenta y ocho Pontífices se han sucedido, unos han muerto mártires de Cristo, otros en el destierro, otros dando testimonio pacífico de la verdad del Maestro; unos han sido plebeyos y otros nobles, pero su testimonio es unánime, inconfundible. No hay uno que haya dejado de recordarnos el mandamiento del Maestro, el mandamiento nuevo del amor de los unos a los otros como Cristo nos ha amado.

Fundamento teológico de la caridad

La caridad es predicada por Jesús y por la Iglesia entera como la primera de las obligaciones morales, precisamente porque se basa en la esencia misma del dogma cristiano.
El cristianismo en sus fundamentos es el mensaje de la divininización del hombre, de su liberación del pecado, de su vuelta a la gracia, de la adquisición del título y realidad de hijo de Dios.
El hombre por el pecado de Adán había roto sus relaciones sobrenaturales con el cielo. No podía llamar a Dios su Padre. Nacía como dice San Pablo, "hijo de ira". Estas relaciones sobrenaturales sólo podía reanudarlas el propio Dios descendiendo hasta el hombre, ya que el hombre era incapaz por sus solas fuerzas de subir hasta Dios.
Y llegada la plenitud de los tiempos el Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros, "para que nos llamásemos hijos de Dios y lo fuésemos de verdad". Esta última palabra jamás podrá ser bastante ponderada. Por la redención podemos en realidad absoluta de verdad ser auténticos hijos de Dios, hermanos del Verbo, templos del Espíritu Santo. Nuestra incorporación a Cristo nos autoriza a llamar a Dios con absoluta verdad Padre nuestro.
Este insigne favor de la elevación del hombre al orden sobrenatural lo obtenemos porque el hijo de Dios al unirse a una naturaleza humana elevó en ella a todo el género humano. Nuestra raza está unida en principio a la divinidad y nosotros podemos mediante nuestra unión con Cristo recuperar nuestra unión con Dios, Cristo es el primogénito de una multitud de hermanos a quienes Dios hace participantes de su naturaleza y con quienes comparte su propia vida divina. Los hombres por gracia pasan a ser lo que Jesús es por naturaleza: hijos de Dios. Aquí tenemos la razón íntima de lo que Jesús llama su mandamiento nuevo; desde la encarnación y por la encarnación todos los hombres estamos unidos de derecho a Cristo y muchos de hecho.
Al buscar a Cristo es menester buscarlo completo. El ha venido a ser la cabeza de un cuerpo, el Cuerpo Místico cuyos miembros somos o estamos llamados a serlo nosotros los hombres, sin limitación alguna de razas, cualidades naturales, fortuna, simpatías... Basta ser hombre para poder ser miembro del Cuerpo Místico de Cristo, esto es para poder ser Cristo. El que acepta la encarnación la ha de aceptar con todas sus consecuencias y extender su don no sólo a Jesucristo sino también a su Cuerpo Místico.
Y este es uno de los puntos más importantes de la vida espiritual: desamparar al menor de nuestros hermanos es desamparar a Cristo mismo; aliviar a cualquiera de ellos es aliviar a Cristo en persona. Tocar a uno de los hombres es tocar a Cristo. Por esto nos dijo Cristo que todo el bien o el mal que hiciéramos al más pequeño de sus hermanos a El lo hacíamos. El núcleo fundamental de la revelación de Jesús, "la buena nueva", es pues nuestra unión, la de los hombres todos con Cristo. Luego no amar a los que pertenecen, o pueden pertenecer a Cristo, por la gracia, es no aceptar y no amar al propio Cristo.
¿Qué otra cosa sino esto significa la pregunta de Jesús a Pablo cuando se dirige a Damasco persiguiendo a los cristianos: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues...?" No dice la voz ¿por qué persigues a mis discípulos? sino ¿por qué me persigues? Soy Jesús a quien tú persigues.
Cristo se ha hecho nuestro prójimo, o mejor nuestro prójimo es Cristo que se presenta a nosotros bajo una u otra forma; preso en los encarcelados, herido en un hospital, mendigo en las calles, durmiendo con la forma de un pobre bajo los puentes de un río. Por la fe debemos ver en los pobres a Cristo y si no lo vemos es porque nuestra fe es tibia y nuestro amor imperfecto. Por esto San Juan nos dice: si no amamos al prójimo a quien vemos ¿cómo podremos amar a Dios a quien no vemos? Si no amamos a Dios en su forma visible ¿cómo podremos amarlo en sí mismo?

Vivir en caridad
El que ha comprendido la razón íntima del mandamiento del amor lo traducirá en su vida cotidiana, lo tendrá como una inspiración para cada una de sus acciones. Su fidelidad a Cristo se medirá por su fidelidad al amor al prójimo que lo representa.
La verdadera devoción, por tanto, no consistirá solamente en buscar a Dios en el cielo o a Cristo en la Eucaristía, sino también en verlo y servirlo en la persona de cada uno de nuestros hermanos. ¿Cómo podríamos decir que ha comulgado sacramentalmente con sinceridad el cuerpo eucarístico de Cristo si después permanece duro, terco, cerrado frente al Cuerpo Místico de Jesús? ¿Cómo puede ser fiel a Jesús a cuyo sacrificio ha asistido en el templo quien al salir de él destroza la fama de Cristo encarnado en sus hermanos?
El amor que ha de distinguir al cristiano es un amor grande, inmenso como el deseo de Cristo. No se limita al respeto de los familiares, ni al de los amigos o compatriotas, ni siquiera a los solos buenos. Su amor ha de ser universal: por todos los hombres Cristo derramó su sangre, a todos ellos ha de extenderse mi amor. Amor sin fronteras, amor que no conoce tiempo, amor que nos se detiene ni siquiera ante la injuria o la maldad. Amor universal.
Amor real, que no sea una pura declaración platónica sino que trata de encarnarse en obras, en servicio, al menos en deseos, en plegarias. Oración por mis hermanos para quienes suplico los bienes del cielo, las gracias sobrenaturales en primer lugar, pero también los bienes materiales cuando estos son necesarios: Vale exactamente de la caridad lo que Santiago dice de la fe: ¿De qué servirá hermanos míos el que uno diga tener fe, si no tiene obras?" (Sant 2, 14-17).
El realismo de la caridad exige su traducción en obras que estén a la altura del amor que se profesa. Nada puede hacer tanto daño a nuestra religión como ese horrendo contraste entre la predicación oral de una doctrina que pone como corona de las virtudes y distintivo de su fe a la caridad y el egoísmo práctico, la vida encerrada en si misma de quienes dicen profesar cesa doctrina. Cuando esto sucede los hombres que son testigos de tal contraste no sólo condenan a los hombres sino que desprecian su fe. El cristianismo será juzgado por nuestros contemporáneos por el realismo de nuestra caridad. Por eso San Pablo nos exhorta tanto: "Ámense recíprocamente con ternura y caridad fraternal..... Sean caritativos para aliviar las necesidades de los santos; prontos a ejercer la hospitalidad. Bendigan a los que los persiguen; bendíganlos y nos los maldigan. Alégrense con los que se alegran y lloren con los que lloran...." (Rom 12, 10-21).
Finalmente nuestro amor ha de ser más que pura filantropía, más que benevolencia, que educación y respeto, ha de ser caridad, don de sí al prójimo por amor de Cristo. Esta caridad es la más preciosa y la más indispensable de las virtudes, con tal que sea piedra verdadera y no falsificada. Nadie ha hecho mejor su elogio que San Pablo: "Si yo hablara todas las lenguas de los hombres el lenguaje de los ángeles, pero no tuviera caridad, sería como un metal que suena o campana que retiñe...." (1Cor, 13, 1-13).
La ley de la caridad no es para nosotros una ley muerta, tiene un modelo vivo que nos dio ejemplos de ella desde el primer acto de su existencia hasta su muerte y continúa dándonos pruebas de su amor en su vida gloriosa: ese es Jesucristo. Hablando de El dice San Pablo que es la benignidad misma que se ha manifestado a la tierra; y San Pedro, que vivió con El tres años, nos resume su vida diciendo que pasó por el mundo haciendo el bien. Como el buen samaritano, cuya caritativa acción El mismo nos ponderó, tomó al género humano en sus brazos y sus dolores en el alma. Vino a destruir el pecado que es el supremo mal, a echar a los demonios del cuerpo de los posesos, pero, sobre todo, lo arrojó de las almas dando su vida por cada uno de nosotros. "Me amó a mí, también a mí y se entregó a la muerte por mí. ¿Puedo dar señal mayor de amor que dar su vida por sus amigos?"
Junto a estos grandes signos de amor nos muestra Jesús su caridad en los leprosos que sanó, en los muertos que resucitó, en los adoloridos a los cuales alivió. Consuela a Marta y María en la muerte de su hermano hasta bramar de dolor, se compadece del bochorno de los jóvenes esposos y para disiparlo cambió el agua en vino; en fin no hubo dolor que encontrara en su camino que no lo aliviara.
Para nosotros el precepto de amar es recordar la palabra de Jesús: "Ámense unos a los otros como yo los he amado". ¡Cómo nos ha amado Jesús!
Extracto de “Humanismo social”, San Alberto Hurtado S.J.

Pentecostés, el don del Espíritu Santo a la Iglesia


Origen de la fiesta
Los judíos celebraban una fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días después de la pascua. De ahí viene el nombre de Pentecostés. Luego, el sentido de la celebración cambió por el dar gracias por la Ley entregada a Moisés.
En esta fiesta recordaban el día en que Moisés subió al Monte Sinaí y recibió las tablas de la Ley y le enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos. Celebraban así, la alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con Dios: ellos se comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se comprometió a estar con ellos siempre.
La gente venía de muchos lugares al Templo de Jerusalén, a celebrar la fiesta de Pentecostés.
En el marco de esta fiesta judía es donde surge nuestra fiesta cristiana de Pentecostés.

La Promesa del Espíritu Santo
Durante la Última Cena, Jesús les promete a sus apóstoles: “Mi Padre os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (San Juan 14, 16-17).
Más adelante les dice: “Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho.” (San Juan 14, 25-26).
Al terminar la cena, les vuelve a hacer la misma promesa: “Les conviene que yo me vaya, pues al irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo todavía que decirles, pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la verdad completa,... y os comunicará las cosas que están por venir” (San Juan 16, 7-14).
En el calendario del Año Litúrgico, después de la fiesta de la Ascensión, a los cincuenta días de la Resurrección de Jesús, celebramos la fiesta de Pentecostés.

Explicación de la fiesta:
Después de la Ascensión de Jesús, se encontraban reunidos los apóstoles con la Madre de Jesús. Era el día de la fiesta de Pentecostés. Tenían miedo de salir a predicar. Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos.
Quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas desconocidas.
En esos días, había muchos extranjeros y visitantes en Jerusalén, que venían de todas partes del mundo a celebrar la fiesta de Pentecostés judía. Cada uno oía hablar a los apóstoles en su propio idioma y entendían a la perfección lo que ellos hablaban.
Todos ellos, desde ese día, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran misión que tenían que cumplir: Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Es este día cuando comenzó a existir la Iglesia como tal.

¿Quién es el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo es Dios, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia nos enseña que el Espíritu Santo es el amor que existe entre el Padre y el Hijo. Este amor es tan grande y tan perfecto que forma una tercera persona. El Espíritu Santo llena nuestras almas en el Bautismo y después, de manera perfecta, en la Confirmación. Con el amor divino de Dios dentro de nosotros, somos capaces de amar a Dios y al prójimo. El Espíritu Santo nos ayuda a cumplir nuestro compromiso de vida con Jesús.

Señales del Espíritu Santo:
El viento, el fuego, la paloma.

Estos símbolos nos revelan los poderes que el Espíritu Santo nos da: El viento es una fuerza invisible pero real. Así es el Espíritu Santo. El fuego es un elemento que limpia. Por ejemplo, se prende fuego al terreno para quitarle las malas hierbas y poder sembrar buenas semillas. En los laboratorios médicos para purificar a los instrumentos se les prende fuego.
El Espíritu Santo es una fuerza invisible y poderosa que habita en nosotros y nos purifica de nuestro egoísmo para dejar paso al amor.

Nombres del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo ha recibido varios nombres a lo largo del nuevo Testamento: el Espíritu de verdad, el Abogado, el Paráclito, el Consolador, el Santificador.

Misión del Espíritu Santo:

1. El Espíritu Santo es santificador: Para que el Espíritu Santo logre cumplir con su función, necesitamos entregarnos totalmente a Él y dejarnos conducir dócilmente por sus inspiraciones para que pueda perfeccionarnos y crecer todos los días en la santidad.

2. El Espíritu Santo mora en nosotros: En San Juan 14, 16, encontramos la siguiente frase: “Yo rogaré al Padre y les dará otro abogado que estará con ustedes para siempre”. También, en I Corintios 3. 16 dice: “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en ustedes?”. Es por esta razón que debemos respetar nuestro cuerpo y nuestra alma. Está en nosotros para obrar porque es “dador de vida” y es el amor. Esta aceptación está condicionada a nuestra aceptación y libre colaboración. Si nos entregamos a su acción amorosa y santificadora, hará maravillas en nosotros.

3. El Espíritu Santo ora en nosotros: Necesitamos de un gran silencio interior y de una profunda pobreza espiritual para pedir que ore en nosotros el Espíritu Santo. Dejar que Dios ore en nosotros siendo dóciles al Espíritu. Dios interviene para bien de los que le aman.

4. El Espíritu Santo nos lleva a la verdad plena, nos fortalece para que podamos ser testigos del Señor, nos muestra la maravillosa riqueza del mensaje cristiano, nos llena de amor, de paz, de gozo, de fe y de creciente esperanza.


El Espíritu Santo y la Iglesia:
Desde la fundación de la Iglesia el día de Pentecostés, el Espíritu Santo es quien la construye, anima y santifica, le da vida y unidad y la enriquece con sus dones.
El Espíritu Santo sigue trabajando en la Iglesia de muchas maneras distintas, inspirando, motivando e impulsando a los cristianos, en forma individual o como Iglesia entera, al proclamar la Buena Nueva de Jesús.
Por ejemplo, puede inspirar al Papa a dar un mensaje importante a la humanidad; inspirar al obispo de una diócesis para promover un apostolado; etc.
El Espíritu Santo asiste especialmente al representante de Cristo en la Tierra, el Papa, para que guíe rectamente a la Iglesia y cumpla su labor de pastor del rebaño de Jesucristo.
El Espíritu Santo construye, santifica y da vida y unidad a la Iglesia.
El Espíritu Santo tiene el poder de animarnos y santificarnos y lograr en nosotros actos que, por nosotros, no realizaríamos. Esto lo hace a través de sus siete dones.

Los siete dones del Espíritu Santo:
Estos dones son regalos de Dios y sólo con nuestro esfuerzo no podemos hacer que crezcan o se desarrollen. Necesitan de la acción directa del Espíritu Santo para poder actuar con ellos.

1. SABIDURÍA: Nos permite entender, experimentar y saborear las cosas divinas, para poder juzgarlas rectamente.

2. ENTENDIMIENTO: Por él, nuestra inteligencia se hace apta para entender intuitivamente las verdades reveladas y las naturales de acuerdo al fin sobrenatural que tienen. Nos ayuda a entender el por qué de las cosas que nos manda Dios.

3. CIENCIA: Hace capaz a nuestra inteligencia de juzgar rectamente las cosas creadas de acuerdo con su fin sobrenatural. Nos ayuda a pensar bien y a entender con fe las cosas del mundo.

4. CONSEJO: Permite que el alma intuya rectamente lo que debe de hacer en una circunstancia determinada. Nos ayuda a ser buenos consejeros de los demás, guiándolos por el camino del bien.

5. FORTALEZA: Fortalece al alma para practicar toda clase de virtudes heroicas con invencible confianza en superar los mayores peligros o dificultades que puedan surgir. Nos ayuda a no caer en las tentaciones que nos ponga el demonio.

6. PIEDAD: Es un regalo que le da Dios al alma para ayudarle a amar a Dios como Padre y a los hombres como hermanos, ayudándolos y respetándolos.

7. TEMOR DE DIOS: Le da al alma la docilidad para apartarse del pecado por temor a disgustar a Dios que es su supremo bien. Nos ayuda a respetar a Dios, a darle su lugar como la persona más importante y buena del mundo, a nunca decir nada contra Él.


Oración al Espíritu Santo
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu Espíritu Creador y se renovará la faz de la tierra.
OH Dios, que quisiste ilustrar los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos que, guiados por este mismo Espíritu, obremos rectamente y gocemos de tu consuelo.
Por Jesucristo, nuestro Señor
Amén.